lunes, 3 de diciembre de 2018

CRÓNICA DEL MARATÓN DE VALENCIA TRINIDAD ALFONSO EDP 2018

OBJETIVO CUMPLIDO. ESPERÁBAMOS HACER 3:45:00 SEGÚN EL PLAN DE ENTRENAMIENTO. PERO HEMOS DESTROZADO NUESTRAS PREVISIONES: 3:34:48



Decía Emil Zatopek: "Si quieres correr, corre una milla. Si quieres experimentar una vida diferente corre un maratón". Este ha sido mi segundo maratón. Un Maratón en el que inconscientemente he pulverizado mi marca anterior. Mis compañeros Spartan Runners siempre me dicen que peco de humildad runner o que soy demasiado conservador en mis previsiones. Pero os aseguro que desde el jueves que hice mi último entreno estaba aterrado. 

El sábado llegamos a la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia y tras kilométricas colas conseguimos hacernos con el dorsal, la bolsa del corredor y recibir las últimas instrucciones de la organización. Siempre digo que concentran en 2 días el evento y dificulta un poco los tiempos de espera. Es el único pero organizativo que puedo poner a esta carrera. 

En el emisferic tuve la oportunidad de saludar a grandes como Marco Pascuale o Alexito Run. Que destrozaban marcas o hacían su maratón número 40 como hizo Álexito.

El sábado como siempre comí y cené hidratos de carbono. Tal como dice el plan nutricional. Probé la famosa paella valenciana, pero me decidí por un plato de pasta tanto al medio día como a la noche. Es algo que me funcionó muy bien para las reservas de glucógeno en pruebas anteriores y no quería cambiarlo. 

El despertador sonó a las 5:15. Me levanté y desayuné: Un vaso de agua con el complejo de colágno, magnesio y ácido hialurónico que tomo habitualmente. Una barrita de cereales. Un plátano y un aquarius. Hay quien apuesta por desayunos más tradicionales en plan café y tostadas, pero a mi me va mejor este que he comentado. Cada tripita es de cada uno. 

A las 8:15 estaba metido en el cajón gris con mi amigo Jorge Aguado. Había entregado el chándal a mi mujer y me había despedido de mis hijos. Tenía frío. Jorge atentamente me cedió su sudadera para tratar de paliar la tiritona. No era solo frío. eran nervios, era miedo, era temor al fracaso, era inseguridad... Pero ya no había marcha atrás. Los cajones delanteros empiezan a tomar la salida, aún atolondrado por el ambiente Jorge me choca la mano y me dice "suerte, lo vas a petar". 

Arrancamos desde el cajón gris. Un cajón situado en la penúltima posición y que estaba lleno de realistas con mejores marcas que muchos que andaban en cajones delanteros. 

No fue tan mala idea ponerse tan atrás. La lentitud provocada por la aglomeración hizo que tuviera que contemporizar forzosamente los 2 primeros kilómetros. En el kilómetro 3 y fruto del nerviosismo tuve que parar a orinar. Las letras naranjas fluorescentes de Jorge se perdían y le veía dando la vuelta a su cabeza para ver si me reincorporaba. Apretón de ritmo para alcanzarle. Y continuamos juntos. Ritmo cómodo para ambos que nos permitía charlar y coronar los primeros kilómetros sin dificultad. En el kilómetro 6 me invita a tirar, me da la mano y me empuja el hombro diciendo "es tu carrera. Hoy puedes hacer algo grande". A por ello.

Empiezo a avanzar e impongo un ritmo de 5:05. No sabía si me estaba precipitando, pero ni la respiración ni las pulsaciones parecían reclamar. Por lo que seguí avanzando a este ritmo. En el km 8 más o menos alcancé a Salgadito, que completaba su 4ª maratón este año. Iba muy bien, en un ritmo constante y tras charlar me invitó a que siguiera avanzando.

Posteriormente me encontré a un grande como Jose A. Ferrando, corredor senior de Valencia que me reconoció de Instagram. Fue un placer saludarle. 

Seguía avanzando. Las gentes en las calles de Valencia se agolpan para ver pasar a los corredores. Las batucadas, las charangas, los clubes deportivos montan carpas o espectáculos para hacer más amena la carrera. Pero debía permanecer concentrado en la carrera. Coroné el kilómetro 10 a buen ritmo había pasado ya el avituallamiento líquido y me tomé el primer gel. Pero... Vaya de nuevo ganas de orinar. Y esta vez también había número 2. cuando pude paré y me deshice del lastre. Todo estaba ok. Seguía el terreno llano tal como me hicieron saber. Es una gozada. Correr en Madrid con los desniveles que tenemos y encontrarse de repente en un recorrido llano es fantástico. 

Alcanzábamos el kilómetro 15 y empezaba a sentir como se iban desollando las puntas de los dedos. Malditos calcetines. Mira que compré unos específicos, pero recordaba los de entrenar que fueron tan bien. Pero que podía hacer ¿meterme a El Corte Inglés a comprar unos? Hay que aguantar. 

El dolor se iba intensificando y recordé la frase de Eliud Kipchoge: "El dolor es constante en un Maratón". Si dice eso el Campeón y record del mundo de la distancia, ¿Quien soy yo para quejarme? 

Pasamos el kilómetro 21 la media había sido alcanzada: 1:49 marcaba el reloj... eso creo... no quería presionarme con tiempos, sabía que iba bien. En el cruce del Centro Comercial Aqua y tras ingerir mi segundo gel SOPRESÓN: Veo a mis hijos y a mi mujer gritándome. Extienden la mano para que les choque y no me pare... PERO COMO NO ME VOY A PARAR. Les doy un beso. Zinedine está emocionadísimo. Valentina casi asustada porque no se si al principio me reconoció pero medió mi besito. Y mi mujer me besó y me dijo "CORRE, NO TE PARES" Fue como un chute de adrenalina. Un plus de energía que ni os geles, ni el Powerade lograban sumar. Las caricias y chocamanos de todos los que estaban a su lado fueron la explosión definitiva a mis emociones. Era como si los 22 kilómetros corridos hasta entonces no los hubiera corrido. La carrera empezaba para mí... O eso creía. Pues a los 2 kilómetros tuve el único problema lesivo, fuera de lo de los pies. La cadera derecha se me encajó. Fue como el choque de dos piedras en el interior de mi cuerpo. Pero no me iba a parar. No quise llamar las bicis del Reflex, lancé la zancada más larga. Era mi única oportunidad de que la cadera no crujiera. No, no me iba a parar. No iba a decepcionar a mis hijos que aún podía sentir su olor dulce y el sabor del cacao de mi mujer. No iba a dejarme ir. "Esto no te va a parar Paco" me repetía. "El dolor está en tu cabeza". La gente ya empezaba a desfallecer. Dorsales de tiempos más ambiciosos que el mío caminaban cojeando, mirando decaidos al suelo. Otros simplemente tenían claro que habían alcanzado su límite y lo hacía saber a otros corredores.

Ahora sí debía contagiarme del ambiente, ya habían pasado 30 kilómetros y el muro estaba justo delante mía. Debía seguir sumando sensanciones positivas que me ayudaran a alcanzar la meta. El recorrido plano hizo que el paso del Kilómetro 32 fuera agradable. Recordaba mi subida a la Puerta del Ángel en Madrid. Y esto era bien distinto. Dedicaba este kilómetro 32 a Fantasías de un Runner que me aconsejó en varios temas de mi preparación. Otro gel y más agua. En el kilómetro 35 la Atleta Paula González estaba repartiendo geles, lo recogí la saludé y me dió animos... Pero de nuevo la tripa reclamaba, unos baños portátiles aparecieron como si alguien hubiera sido avisado de mi necesidad. Otros 2 minutos perdidos... Pero peor hubiera sido tener que aguantar. 

Quedaban los traidores 7 km finales. Esos que llegas con la emoción de que quedan pocos
y se te hacen eternos. Todo era positividad. La gente te llama por tu nombre porque lo leen en tu dorsal. Te animan en distintos idiomas, te chocan niños e incluso cambio de lado a lado para no dejarles con sus manitas extendidas. Pero algo falla ahí abajo. Los dedos me duelen mucho. Me escuecen y me repito "son solo pequeñas molestias". Lucho constantemente con esa voz que me pide que me pare. Que me dice que me voy a lesionar. Que debo detenerme. Le grito incluso "NO ME VOY A PARAR COÑO". 

El sol pica. Hace calor y la gente empieza a desfallecer seriamente. Ves a gente llorar de dolor. Incluso algún inicio de RCP. Bajo la cabeza y me concentro en la linea azul. Empiezan los embudos de la gente la música de AC/DC dispuesta en la animación del km 39 ayuda a que con los cuernos en alto la gente jalee mi nombre y cante "I'm on the highway to hell" (Estoy en la carretera al infierno). Ya lo creo, que estoy. Pero voy a coger la autopista a la Gloria. Ya se divisan los curvado techos de la Ciudad de las Artes y las Ciencias. Se escuchan las músicas del emisferic mezcladas con las batucadas y los gritos de la gente. Últimas curvas antes de llegar al último kilómetro. Mi hermano Javi viene a mi mente. Recuerdo mi cumpleaños cuando me dijo "Prepárate el Maratón de Valencia que yo te llevo". Por un desgraciado que le tiró de la bici con el coche no pudo estar, así que tenía otro motivo para no rendirme.  Va por ti Javi. Mis amigos los Spartan Runners hacían un seguimiento espectacular de la carrera por la App. Y dejaban una narración por whatsapp que me he exportado para conservarla. Ellos han sido mi apoyo en los entrenos. Los expertos que conocen cada engranaje de esta preparación y que han sido los que me han dado la objetividad del trabajo realizado. 

Entrabamos por la rampa a la Ciudad de las Artes y las ciencias. Gente se para en seco delante mía. Cada parada o giro se me hace un mundo porque el dolor mientras que es constante estoy acostumbrado, pero si hay cambios se multiplica. Me impregno del ambiente, deben llevarme a meta sin mirar. Reparto saludo, vítores, lanzo besos a la gente... Ya estaba ahí pero un desfallecido hace que vuelva a recapacitar. Eso me podría pasar a mí. Miro de reojo el tiempo pero no llego a entender bien. Alcanzo la tarima enmoquetada de azul y rompo a llorar. Ya huele a victoria, a final... La sensación es como si de repente aparecieras en la escena clave de tu película favorita. Saludo a la gente, me pierdo en la emoción, cruzo la meta y rápidamente trato de parar el reloj. Quiero una medición exacta. La distancia es mayor. No son 42,195 km son 42,700. Es hora de mirar el tiempo ahora sí: 3:34:48... ¿En serio? ¿no se me habrá parado? ¿No hay errores? NO. Es mi tiempo. La app de la carrera lo confirma. Mis compis también me lo confirman en whatsapp. Pero yo voy como ido. No se que hacer. Recojo la bolsa de avituallamiento y la medalla.

Recibo la llamada de mi mujer y quedo en la salida del recinto que estaba protegido ferreamente por vigilantes de seguridad. Mi hijo salta de alegría para que le vea y mi mujer saluda mientras que el cordón de seguridad la impide el paso. Pero Valentina se cuela y viene corriendo a abrazarme. El vigilante hizo el ademán de ir a detenerla, pero en seguida me vio cogerla en brazos y se sonrió. Mi familia me besaba y ahora sí. Ahora sí era real. Ahora había quedado claro cual era mi tiempo. Que había hecho y sobretodo podía ver una manta de plásticos dorados victoriosos. De gente como yo que había sacrificado tanto para estar ahí. 

Todo estaba hecho, había acabado. Ya tenía mi segundo maratón. Teníamos porque esto no lo corres solo. Los que te quieren también se implican tanto que al final la victoria también es suya. 



1 comentario:

  1. Que emocionante y que bien contado, es como una buena película que me ha tenido enganchado desde el primer párrafo, lo mismo que me ha pasado con esta maratón desde el momento que me dijiste que la ibas a correr. La he vivido como si la corriese yo, desde tus entrenos, sufriendo cuando te has puesto malo, tratando de animarte y de que
    no perdieses la confianza en ti mismo, ya que después de todo el trabajo que habías hecho, estabas sobradamente preparado.
    El tiempo es una pasada, encima contando con las paradas obligadas que tuviste que hacer.
    Me dio mucha rabia no poder acompañarte como habíamos planeado, pero tampoco me entristece ya que esto marca un nuevo objetivo y un nuevo plan y esa no me la pierdo.
    Estoy muy orgulloso de ti Chache y has conseguido engancharnos y emocionarnos a todos.
    Enhorabuena!!! Te quiero plas 😘😘😘

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